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El dominado surge como respuesta a las, cada vez más frecuentes, invasiones bárbaras que requerían un poder fuerte, central y sagrado, tal y como oriente había tenido:

 

“No fue sólo la adopción de un nuevo término, el de “dominus”, para identificar al emperador, fue la sacralización de la figura imperial, y todo lo que le rodeaba, su palacio, sus cartas, hasta su trono tomaban nombre sacro. El apelativo significaba además una relación de dependencia, el emperador ya no era favorecido de los dioses, participaba de la esencia divina” (Espitia, 2006, pág. 35)

EL PERIODO IMPERIAL

Sobre la historia de la civilización romana

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El Principado se caracterizó por mantener las instituciones republicanas ya examinadas, pero con la creación de otras nuevas por parte del princeps (primer ciudadano). Estos cambios son introducidos por el emperador César Augusto, con el fin de consolidar su poder.

 

“El respeto, cada vez menos real, de los cauces institucionales republicanos, tuvo su mayor punto de crisis con la muerte del último de los emperadores de la dinastía de los Severos (235 d. C.), momento a partir del cual dio comienzo media centuria de guerras civiles” (Espitia, 2006, pág. 34)

 

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El periodo Imperial puede ser examinado en dos etapas: el Principado y el Dominado.

Aunque nominalmente, se hablaba de una República, lo cierto es que sólo existía la ficción de la libertad en ella encarnada; si bien es cierto los Comicios, aún podían reunirse, ello era cada vez menos frecuente. Por su parte el Senado tenía para sí la función jurisdiccional criminal, la administración de algunas provincias, el nombramiento de cónsules, pretores, procónsules y propretores; así mismo podían reformarlas las leyes e incluso deponer al princeps.  O por lo menos eso decía el derecho.

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"El miedo impidió siempre a los senadores que usasen su derecho contra los príncipes, o bien no usaron de él contra los Calígulas y Cómodos sino cuando la muerte puso fin a aquellas tiranías. No ejercían las demás prerrogativas sino con consentimiento del emperador, de suerte que de hecho el poder imperial era absoluto, aunque no lo fuese de derecho" (Drioux, 1856, pág. 393).

Bibliografía:

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Drioux. (1856). Compendio de la historia romana. París: Librería de la Rosa y Bouret.

Espitia, F. (2006). Historia del derecho romano (segunda ed.). Bogotá: Universidad Externado de Colombia.

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